Durante 27 años, la mujer capturó fotografías de sus padres mientras se despedían de ella. “Nunca tuve la intención de crear esta serie de fotos”, reflexiona.

“Al principio, simplemente tomaba estas imágenes para lidiar con la tristeza que sentía cada vez que tenía que irme. Era mi manera de aferrarme a algo tangible, algo que me recordara que, aunque estábamos separados, ellos siempre estaban allí, deseándome lo mejor mientras seguía adelante con mi vida.”

Sin embargo, con el tiempo, este acto simple evolucionó hacia algo mucho más significativo. Lo que comenzó como un pequeño ritual se convirtió en una tradición, un archivo vivo de las despedidas que compartieron a lo largo de los años. Cada fotografía se convirtió en algo más que una simple imagen: capturaba las emociones complejas de la partida, el vínculo no verbal entre padres e hijos, y el paso del tiempo.

La tradición persistió a través de los cambios en sus vidas: diferentes hogares, etapas de la vida y hitos, pero el ritual de la despedida permaneció intacto, una constante que marcaba el fin de un capítulo y el comienzo de otro.

Estas fotografías se convirtieron en símbolos de amor, distancia y la resiliencia de la familia, preservadas en cada marco, permitiéndole revivir las emociones de esos momentos incluso cuando ya no estaban juntos. Al final, lo que comenzó como una forma de manejar sus emociones se transformó en un poderoso testimonio de la conexión perdurable entre ellos.