Internet se unió para resolver el misterio de esta herramienta: ¿Puedes adivinar qué es?

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La batidora de cocina, omnipresente y esencial para tareas que van desde amasar masas hasta montar cremas delicadas, tiene una historia que nace del deseo de hacer más sencillos los procesos culinarios. Mucho antes de la llegada de las versiones eléctricas, todo comenzó con la genialidad mecánica. En 1870, el ingeniero estadounidense Turner Williams transformó la forma de preparar alimentos al inventar y patentar el llamado “batidor de huevos”. Esta innovación marcó el primer paso hacia la comodidad que hoy asociamos con las batidoras, ofreciendo una alternativa mucho más eficiente que métodos manuales como batir con un tenedor, y logrando resultados notablemente mejores.

El “batidor de huevos” de Williams era un aparato relativamente simple pero eficaz, compuesto por dos varillas largas dispuestas en paralelo. Un asa giratoria, similar a la de un molino de carne, ponía en marcha el mecanismo. Al girar la manivela, se activaba un engranaje que hacía girar las varillas. Cuanto más rápido se giraba, más intensa era la acción de batido. Para mayor estabilidad y comodidad, en la parte superior del dispositivo se integró un pequeño soporte. Esta herramienta mecánica aligeró notablemente la carga de trabajo en las cocinas del hogar, ofreciendo una forma más práctica y eficiente de preparar diversos platos.

El siguiente gran salto en la evolución de las batidoras se atribuye comúnmente a KitchenAid, con la introducción de la primera batidora eléctrica. La leyenda cuenta que, en 1908, el ingeniero Herbert Johnston quedó impactado al ver a panaderos trabajando arduamente al amasar la masa a mano. Aquella escena lo inspiró a desarrollar una máquina que aliviara ese esfuerzo físico. Después de seis años de trabajo, nació la Hobart, la primera batidora eléctrica industrial. Aunque voluminosa y ruidosa —más parecida a una mezcladora de cemento que a un electrodoméstico—, su capacidad de 75 litros y su potente sistema rotativo transformaron radicalmente la eficiencia en las panaderías.

Tras el éxito de la Hobart industrial, KitchenAid se propuso llevar esa misma comodidad a las cocinas domésticas. En 1919, un equipo de ingenieros creó la Hobart H-5, la primera batidora eléctrica para el hogar. Aunque fue un gran avance, esta máquina de 5 litros distaba mucho de las versiones modernas. Pesaba más de 30 kg, ocupaba gran parte de la encimera, era bastante ruidosa, y su precio —190 dólares en ese entonces, equivalente a unos 3000 dólares hoy en día— la convertía en una inversión considerable, comparable al costo de un automóvil nuevo. A pesar de estas desventajas, algunos hogares entusiastas adoptaron con gusto esta forma pionera de ayuda culinaria.

Sin embargo, KitchenAid no fue la única compañía que quiso conquistar este nuevo mercado en crecimiento. Sunbeam, con su modelo Mixmaster, se posicionó como un competidor importante, apostando por la innovación constante. Uno de sus avances más notables fue la incorporación de batidores desmontables, una mejora que facilitaba tanto el almacenamiento como la limpieza. Aunque la Gran Depresión frenó temporalmente la demanda de batidoras, Sunbeam persistió. En 1952, lanzaron un modelo completamente renovado: con cuerpo de plástico, más liviano y compacto para poder usarse con una sola mano, y con un cable largo que permitía moverse libremente por la cocina. Este diseño marcó un antes y un después en el camino hacia las batidoras modernas que hoy forman parte indispensable de cocinas en todo el mundo.

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