Millones de parásitos estaban devorando al león vivo, causándole un dolor insoportable. Lo que hizo el guardabosques hizo llorar incluso a los más insensibles.
Coffe, guardabosques del Parque Nacional Serengeti, había visto mucho en sus 15 años de servicio.
El nacimiento de cachorros, incendios, cazadores furtivos, vidas salvadas…
Pero aquella mañana le esperaba algo que le sacudiría el alma por completo.
En el límite de la reserva, entre los arbustos, notó un movimiento.
Al acercarse, su corazón se encogió.
Delante de él había un león.
Pero no era el rey de la selva.
Era un fantasma.
El depredador apenas podía mantenerse en pie: piel y huesos, melena opaca, ojos llenos de dolor.
Coffe rompió todos los protocolos.
Sacó un trozo de carne y lo colocó cuidadosamente frente al animal.

El león temblaba, como si tuviera miedo —pero luego dio un paso y empezó a comer.
Fue entonces cuando el guardabosques vio el verdadero horror.
Todo el cuerpo del león estaba cubierto de garrapatas y parásitos.
En una herida lateral se movían larvas de mosca.
El animal estaba muriendo lentamente —lo estaban devorando vivo.
Coffe llamó a un equipo veterinario móvil.
Una hora después, los médicos ya trabajaban en el lugar.
Adormecieron al león, limpiaron su cuerpo, trataron las heridas y le colocaron suero.
Y entonces encontraron la causa de su sufrimiento: una bala de cazador furtivo incrustada en su costado.
La operación duró casi una hora.
Cuando el corazón del animal volvió a latir con fuerza, Coffe suspiró.
No sabía si sobreviviría —pero había hecho todo lo posible.
En el centro de rehabilitación le dieron un nombre: Zuberi —
“fuerte” en suajili.
Los primeros días apenas se movía.
Pero poco a poco empezó a ponerse de pie, a comer, a mirar a su alrededor.
Y con cada amanecer se volvía más seguro de sí mismo.

Seis meses después, ya no recordaba al león moribundo.
Poderoso, orgulloso, con una melena espesa.
Llegó el día de su liberación.
Coffe abrió personalmente las puertas de la jaula.
El león se giró —como si por un segundo se cruzara con su mirada—
Y dio un paso hacia la sabana.
Libre.
Pasó el tiempo.
Y los guardabosques volvieron a ver a Zuberi —ya no solo.
A su lado había una leona y tres cachorros.
Se había convertido en líder. Padre. Protector.
Un hombre —una decisión— y toda una vida salvada de la muerte.
Coffe no solo rescató a un león.
Rescató la fe en que, incluso en un mundo donde el dolor supera a la compasión, la bondad humana aún puede triunfar.