Mucho antes de que Melania Trump llegara a la atención mundial como Primera Dama, ya había perfeccionado el arte de atraer todas las miradas a través de la moda. Como modelo exitosa con un ojo entrenado para las siluetas sensuales y la sastrería impecable, Melania apostaba por looks atrevidos y arquitectónicos que definieron su imagen pública temprana. Uno de sus momentos más memorables ocurrió en el estreno de Charlie’s Angels en Nueva York, en octubre de 2000, cuando la entonces treintañera llegó con un blazer blanco impecable y una falda lápiz, sobre un top de encaje transparente, combinado con tacones dorados con tiras. Era un estilo que mezclaba la elegancia profesional con la seducción de pasarela, un adelanto de la confianza en el vestir que perfeccionaría años más tarde en Washington.

A comienzos de ese mismo año, Melania protagonizó una sesión de fotos para la edición británica de GQ que hizo titulares. Realizada a bordo del jet privado de Donald Trump, incluía la icónica imagen en la que posaba únicamente con un chaleco verde desabrochado. Sensual, provocativa y sin pedir disculpas, estas fotos reaparecieron durante la primera campaña presidencial de Donald Trump, recordándole al mundo el pasado audaz y despreocupado de Melania como modelo.

Para 2005, recién casada y embarazada, continuaba inclinándose por siluetas glamorosas. En la Gala Night of Stars, solo meses después de su boda, entró en la sala con un vestido de seda estilo slip con un escote pronunciado — un atuendo tan semejante a un camisón que uno podría bromear imaginando que Melania solo ansiaba dormir. Después de todo, ya esperaba a Barron.

El embarazo, sin embargo, nunca mermó su estilo. En un evento de Cadillac Escalade en noviembre de 2005, con solo cuatro meses para dar a luz, apareció con un vestido plateado brillante y tacones altos, demostrando que la maternidad y la sensualidad no eran incompatibles en su armario.

Sus instintos de moda también brillaban en plena era Y2K. En el desfile de Marc Jacobs durante la Semana de la Moda de Nueva York 2004, abrazó la obsesión rosa de la época con un top baby-doll transparente combinado con jeans Levi’s, un look juguetón que resaltaba su figura esculpida y su aire de sofisticación natural.

Y en 2003, durante la celebración del 50.º aniversario de Playboy, Melania deslumbró con un perfecto vestido negro corto, complementado únicamente con unos pendientes de diamantes y un anillo sencillo. Rodeada de modelos, aun así logró eclipsarlas a todas.

Desde encajes transparentes y vestidos slip hasta sastrería impecable y elegantes vestidos de noche, el recorrido inicial de Melania Trump por la moda narra la historia de una mujer que siempre entendió su poder: segura de sí misma, glamurosa y nunca temerosa de destacar.