Una familia recientemente logró su objetivo final: adquirir su propio apartamento. Al mudarse, descubrieron que el espacio necesitaba urgentemente una renovación, y la cocina parecía especialmente lúgubre. Las paredes estaban adornadas con pintura descascarada, un radiador sobresalía torpemente debajo de la ventana y una alfombra descuidada durante mucho tiempo cubría el piso irregular.

Mi esposa y yo decidimos no recurrir a los servicios de un diseñador de interiores, ideamos el estilo de la vivienda nosotros mismos y comenzamos la renovación.

Después de dos meses, la cocina cambió drásticamente.

Primero, comenzamos por el piso, había que nivelarlo y colocar baldosas encima.

Luego llegó el turno de las paredes, el marco de la puerta decidimos reemplazarlo por uno nuevo. El radiador se cubrió con una rejilla decorativa.

Al final de los trabajos de reforma realizamos un techo suspendido.

Gracias a las paredes blancas, la cocina resultó ser muy luminosa y visualmente más grande.