El esposo pensó que se libró de su mujer, pero el destino tenía preparado un castigo muy distinto
Anna era una reconocida chef, querida por todos en su restaurante. Su vida parecía perfecta hasta aquel día en que una pequeña prueba cambió todo: estaba embarazada. Lloró de felicidad, creyendo que por fin la vida le sonreía.
Pero su marido, un empresario exitoso, no compartió su alegría. Desde entonces se volvió distante, frío, como si el amor hubiera desaparecido sin dejar rastro. Decía que no era el momento, que los negocios iban mal. Anna callaba, convencida de que todo cambiaría cuando él viera al bebé.
Trabajaba hasta tarde, refugiándose entre aromas y recetas.
— Mientras cocino, me siento viva, — solía decir.
Una noche, cuando el restaurante quedó vacío, su marido apareció en la puerta. Su sonrisa era tensa, su voz — extrañamente calmada.
— Es hora de hablar, — dijo.
Ella pensó que quería reconciliarse, pero la conversación se volvió oscura. Las palabras de él eran frías, duras, y Anna comprendió que el hombre que amaba ya no existía.

Al día siguiente, nadie volvió a verla. Su esposo decía que se había ido de viaje, pero algo no cuadraba. Las cámaras del restaurante revelaron la verdad: Anna nunca salió del edificio. Un compañero, preocupado, llamó a la policía.
La encontraron horas después, viva, aunque al borde del colapso. Los médicos hablaron de un milagro. Poco después dio a luz a un niño sano, símbolo de una fuerza que ni el miedo pudo romper.
El marido fue detenido. Durante el juicio no pronunció palabra. Anna no asistió — estaba en el hospital, sosteniendo a su hijo y susurrándole:
— Por ti resistí. Por ti sigo aquí.
Hoy, en su restaurante, una placa recuerda su historia:
“La vida es más fuerte que el frío. El amor, más fuerte que el miedo.”