El narrador es un padre soltero trabajador, que lucha por cuidar de su hija de seis años, Lily, y de su madre, que vive con ellos y tiene movilidad limitada. Tiene dos trabajos agotadores y mal remunerados: durante el día forma parte de un equipo de limpieza urbana, lidiando con tuberías rotas y basura acumulada; por la noche limpia oficinas silenciosas en el centro de la ciudad. A pesar de la carga económica y del pequeño apartamento maloliente, Lily es el centro de su mundo y su principal motivación. Su verdadera pasión es el ballet, que ella considera su lenguaje y su alegría.
Tras ver un costoso folleto, el narrador le prometió a Lily que podría participar, sacrificando incluso sus propias necesidades, y empezó a llenar un sobre con la inscripción “LILY – BALLET” con cada billete y moneda que ganaba.
El punto culminante de la historia llegó con la primera presentación de Lily. A pesar de su apretada agenda, una gran rotura de tubería en uno de sus trabajos amenazó con romper su promesa. Trabajó desesperadamente hasta el último minuto posible y finalmente le gritó a su jefe que debía asistir al recital de su hija. Corriendo, empapado y oliendo a aguas residuales, alcanzó justo a tiempo el metro. Al llegar al aula pulida, se deslizó hasta un asiento trasero y captó la mirada de Lily justo cuando el pánico empezaba a dibujarse en su rostro, asegurándole que estaba allí. Aunque no fue perfecta, Lily bailó con una sonrisa imparable, y el narrador sintió una abrumadora sensación de amor y validación.

Al día siguiente, su vida cambió cuando un hombre bien vestido, Graham, se acercó a ellos. La noche anterior, había visto al narrador y a Lily en el metro. Acompañado por personal de seguridad, sorprendió a la familia con un imperativo: “Síganme” y le dijo al padre que “empacara las cosas de Lily”. Aunque al principio parecía una amenaza oficial, como de servicios sociales, Graham aclaró rápidamente su intención. Les entregó un sobre oficial con papeles para una beca completa y una carta expresando su interés en Lily.
Graham explicó que sus acciones estaban motivadas por una tragedia personal profunda: la muerte de su propia hija, Emma, a causa de un cáncer agresivo. Emma, quien también amaba el ballet, aparecía en la foto adjunta a la misma edad que Lily. Graham confesó que durante años no había podido asistir a sus presentaciones debido a viajes de negocios y reuniones importantes. Se perdió la penúltima función de Emma por cerrar un trato en Tokio, y ella, en su lecho de muerte, le pidió que prometiera “apoyar a los hijos de otros cuando sus padres luchan por estar presentes” y le dio una indicación particular: “Encuentra a la que huele a trabajo, pero aun así aplaude fuerte”. El narrador, empapado y oliendo a esfuerzo, había cumplido perfectamente con la descripción.

Los papeles incluían una beca completa para Lily en la escuela de danza de la Fundación Emma, un apartamento más grande cerca del estudio y un puesto estable como gerente de instalaciones para el narrador, con un solo turno y prestaciones sociales. El único “detalle”, según Graham, era que Lily podría dejar de preocuparse por el dinero el tiempo suficiente para bailar sobre “verdaderos pisos de danza” con profesores calificados. Tras aceptar la oferta, la familia se mudó y aseguró una vida en la que el narrador podía asistir a cada clase y presentación. La historia termina un año después, con el narrador sintiendo que el espíritu de Emma aún los observa, aplaudiendo la seguridad y la felicidad recién encontradas de su familia.