Christopher Hopkins, conocido como “The Makeover Guy” por sus impactantes transformaciones femeninas, ha dirigido ahora su talento hacia los hombres, regalándole a Robert, un residente de Minnesota, un sorprendente “mankover”. Robert, que se sentía desanimado por su apariencia envejecida —especialmente por su barba canosa y con picazón que lo hacía verse “realmente muy viejo” y sentirse “invisible”— recurrió a Hopkins en busca de una versión más viva y renovada de sí mismo. La expectativa por ver el resultado era enorme.

Hopkins explicó que la barba de Robert era una constante a lo largo de sus 32 años de relación, una especie de “etapa estilística”. Aunque Christopher no tiene nada contra las barbas, notó profesionalmente que la suya ocultaba una mandíbula fuerte y atractiva, y además no armonizaba con su análisis cromático “otoñal”. En este tipo de análisis, se asigna a cada persona una estación del año según sus rasgos para determinar qué colores le favorecen más. En el caso de Robert, la barba gris apagaba la calidez natural de su rostro y restaba brillo a sus ojos verdes.

El “mankover” resultó en una transformación sutil pero poderosa. Christopher tiñó el cabello de Robert con un tono más cálido, acorde a su piel, lo que hizo que sus ojos destacaran aún más. Pero el cambio más radical fue la eliminación de la barba: al desaparecer, dejó al descubierto una mandíbula definida y unos rasgos que revelaban todo su atractivo. Un gesto aparentemente sencillo que marcó una diferencia abismal en su imagen general, mostrándolo más joven, fresco y lleno de vida.

Aunque la transformación de Robert parezca fácil, él dejó claro que verse bien, sobre todo con el paso del tiempo, requiere esfuerzo consciente. Animó a otros hombres a retarse a sí mismos para mejorar su aspecto, subrayando el impacto positivo que esto puede tener tanto en el bienestar personal como en las relaciones. Su reflexión de que uno debería querer lucir bien para su pareja nos recuerda cómo el cuidado exterior también nutre los lazos afectivos y emocionales, demostrando que un cambio de imagen puede transformar no solo la apariencia, sino también la conexión con los demás.