Un fatídico día, la casera se marchó, cerrando con llave la puerta principal y dejando intacto su apartamento parisino desde 1939. A pesar del paso del tiempo, los seres queridos de la mujer persistieron en lograr el acceso.

Madame de Florian evacuó su hogar durante la ocupación alemana de París, llevando consigo solo lo esencial para la vida diaria. Si bien pudo haber regresado después de la guerra, decidió permanecer en el extranjero, sin revelar nunca su residencia parisina a sus familiares.

No fue sino hasta la lectura de su testamento que sus herederos se enteraron de la herencia, junto con la dirección y un juego de llaves de su abogado.

Al entrar al apartamento, se sintieron transportados en el tiempo, saludados por muebles antiguos y lujosas pinturas, cada una con un valor considerable.

El inesperado descubrimiento dejó a los herederos atónitos y encantados, al darse cuenta del sustancial beneficio que les esperaba de esta extraordinaria herencia.