En la vibrante escena de la moda de los años 90, Tyra Banks emergió como una estrella en ascenso, rápidamente siendo comparada con la supermodelo del momento, Naomi Campbell. Sin embargo, este reconocimiento inicial desató una rivalidad, ya que se decía que Campbell intentó obstaculizar la creciente carrera de Banks en los círculos de la moda europea. A pesar de estos desafíos, Banks perseveró y logró consolidarse como una figura destacada en la industria del modelaje.

Hoy en día, el debate público en torno a Banks ha tomado un giro diferente. Las redes sociales están inundadas de críticas sobre su apariencia física, con muchos usuarios expresando su decepción por los signos del paso del tiempo en su rostro. Comentarios como “¿Cómo pudo cambiar tan drásticamente?” y “Ya no es reconocible” reflejan esta percepción, describiéndola como “envejecida” y “descuidada”.

El centro de estas críticas gira en torno al aumento de peso de Banks y la idea de que, a sus 51 años, ya no luce como en su juventud, especialmente en comparación con otras celebridades de su generación. Este cambio en la percepción pública ha llevado a muchos de sus antiguos admiradores a manifestar tristeza e incredulidad ante su transformación.

La pregunta sigue en el aire: ¿estas críticas reflejan una observación válida o son un juicio injusto?