Mujer de 65 años se casó con un hombre mucho más joven: lo que la esperaba en la noche de bodas te dejará horrorizado

Cuando Lydia cumplió 65 años, por primera vez en muchos años se permitió creer que la felicidad podía llegar a cualquier edad. Después de largos años de soledad y dolorosas pérdidas, conoció a Alexéi, un hombre enérgico y encantador de apenas 35 años.
Él parecía la encarnación de todo lo que a ella le había faltado: atención, cuidado, ligereza. Su encuentro comenzó con una simple conversación en el parque y terminó con una declaración de amor bajo la lluvia otoñal. La gente murmuraba: la diferencia de edad, “qué encontró él en ella”, “qué necesitaba ella de él”. Pero Lydia no escuchaba. Solo quería estar cerca de quien la hacía sentir viva nuevamente.
La boda fue sencilla. Sin lujos, sin ruidos innecesarios. En un pequeño salón, con música suave y ramos de margaritas —sus flores favoritas— Lydia llevaba un vestido blanco, simple pero elegante. Alexéi la tomó de la mano, y todos podían ver que en su mirada no había fingimiento.
Después de la celebración, los recién casados regresaron a casa. El aire olía a champaña y rosas frescas. Lydia encendió velas para crear un ambiente más cálido. Alexéi fue primero al dormitorio, diciendo que quería recostarse un poco.
Pasaron unos minutos. Lydia entró después y el mundo pareció detenerse.
Alexéi estaba acostado en la cama, con los ojos cerrados y el rostro pálido como cera. Un brazo colgaba sin vida. Al principio pensó que simplemente estaba dormido. Pero al tocar su muñeca, no había pulso.
—Ale… despierta… —susurró—. Por favor, despierta…
Pero el silencio era tan intenso que parecía escucharse su propio corazón.
Cuando llegaron los médicos, ya no quedaba esperanza. El diagnóstico sonó seco e implacable: paro cardíaco, muerte instantánea.
Lydia permaneció a su lado hasta el amanecer, sosteniendo la mano de quien no había llegado a conocer como su esposo.
Se convirtió en viuda la misma noche en que se permitió creer en una nueva vida.
Desde entonces, suele decir a sus vecinos:
«No se rían del amor. Aunque dure solo un día, sigue valiendo la pena».