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Mujeres en una prisión quedaron embarazadas una tras otra: los guardias no podían explicarse cómo era posible dentro de celdas completamente cerradas… hasta que la terrible verdad salió a la luz.

 Mujeres en una prisión quedaron embarazadas una tras otra: los guardias no podían explicarse cómo era posible dentro de celdas completamente cerradas… hasta que la terrible verdad salió a la luz.

A comienzos de 2023 empezaron a ocurrir hechos extraños en una prisión femenina de EE.UU., concretamente en el llamado bloque de seguridad Delta, reservado para las reclusas consideradas más peligrosas. Todo comenzó cuando una interna se desmayó de repente durante la inspección matutina. Días después, lo mismo le sucedió a una segunda mujer. Poco después, otras tres presentaron síntomas similares.

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Todas estas mujeres vivían en celdas individuales. No tenían contacto entre sí, no salían juntas al patio y llevaban casi un año en aislamiento total. Entonces llegó el anuncio que dejó al bloque Delta entero paralizado: todas estaban embarazadas, cada una en una etapa distinta. Aquello parecía completamente imposible. Las celdas permanecían cerradas, solo personal femenino tenía acceso y la vigilancia era continua, las 24 horas.

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La dirección revisó todos los registros de los últimos meses: movimientos, informes diarios, grabaciones de seguridad… todo parecía absolutamente normal. Las propias internas tampoco entendían por qué las interrogaban. Solo repetían una y otra vez:
— Sabíamos que estábamos embarazadas. Y queremos a nuestros bebés.
Pero ¿cómo? ¿Cuándo? Nadie tenía respuestas.

Las investigaciones no avanzaban hasta que un funcionario solicitó documentación adicional de la clínica del penal. Y ahí emergió la terrible verdad.

Los investigadores revisaron los expedientes médicos de las reclusas de los últimos meses. Al principio, nada llamaba la atención: controles rutinarios, quejas por mareos, presión alta o dolores abdominales. Algunas habían ido a la clínica a lo largo del año, pero todas regresaron a su celda el mismo día.

Solo al analizar los datos con más detalle surgió lo increíble: cada una de las mujeres embarazadas había acudido a la clínica exactamente en los días en que una misma doctora —una ginecóloga experimentada, asignada específicamente a ese pabellón— estaba de turno. Todas habían presentado síntomas distintos, fáciles de simular o provocar.

Una revisión del protocolo confidencial reveló que, en esas visitas, las pacientes eran sedadas y trasladadas a una sala aislada “para pruebas rutinarias”. Solo tres personas tenían acceso a esa habitación. Según los documentos, allí se realizaban “procedimientos reproductivos previamente autorizados”, una expresión que provocó un escalofrío incluso entre los investigadores más veteranos.

Cuando revisaron las cuentas bancarias de la doctora y de la jefa del departamento médico, la realidad quedó al descubierto: las mujeres del bloque Delta estaban siendo utilizadas como vientres de alquiler clandestinos. Personas extremadamente adineradas pagaban sumas exorbitantes para que sus embriones fueran gestados por mujeres que “nunca podrían reclamar derechos”.

El sistema estaba perfectamente organizado: diagnósticos falsificados, sedaciones, intervenciones rápidas y expedientes manipulados. Las reclusas no sabían absolutamente nada. Y cuando meses después comenzaron a notar los primeros síntomas del embarazo, simplemente asumieron que era algo natural… nadie iba a contarles la verdad aterradora que se escondía detrás.

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