Setenta y ocho años olvidada por el mundo… hasta que un extraño se detuvo al borde de la carretera y lo cambió todo.
El narrador, un hombre de 78 años, describe su existencia solitaria tras un accidente que lo dejó inválido y sin recursos. Vive en una casita diminuta, deteriorada y con goteras, cerca de la carretera, y depende únicamente de los dos viejos manzanos de su jardín para alimentarse. Cada mañana llenaba una pequeña caja con manzanas y se colocaba al borde de la carretera, esperando vender alguna. Cientos de autos pasaban a diario, cuyos conductores lo miraban de reojo antes de apartar rápidamente la vista, haciéndolo sentir completamente invisible y olvidado por el mundo.
...
Un día, su rutina se vio interrumpida cuando una sola motocicleta se detuvo. El conductor, un hombre alto y barbudo que se presentó como John, se agachó hasta quedar a la altura del anciano. Las preguntas amables de John —si alguien lo ayudaba, si comía o si estaba abrigado— hicieron que el hombre confesara, con vergüenza, que apenas comía y siempre tenía frío. John hizo una breve llamada, y el narrador asumió que se iría como todos los demás, pero veinte minutos después apareció un grupo completo de amigos de John, todos en motocicletas.
...

...
John se acercó nuevamente y pidió permiso para ayudarlo. Tras haber sobrevivido durante tanto tiempo principalmente de manzanas, el narrador aceptó finalmente. El grupo empacó sus escasas pertenencias y alquiló para él una pequeña habitación seca y cálida cercana. La sensación de confort era tan ajena para él que apenas pudo dormir esa primera noche. Al día siguiente, los motociclistas regresaron con alimentos esenciales, ropa abrigada y una manta que necesitaba con urgencia, un contraste abrumador con su vida anterior de hambre y frío.
La generosidad de John y sus amigos no se limitó a alojamiento y provisiones. John llamaba al narrador todos los días, ofreciendo contacto constante y apoyo. Tras años sintiendo que la sociedad había abandonado a los débiles, esta sencilla constancia le demostró que aún existía verdadera conexión humana. El narrador comprendió que había pasado años aislado, creyendo que el mundo simplemente había pasado de largo sin notar a personas en su situación.

Un único gesto de bondad —la decisión de John de detener su motocicleta y realmente ver al hombre que vendía manzanas— tuvo un efecto inmediato y profundo. La vida del narrador pasó rápidamente de la supervivencia y la desesperación en una casa inhabitable a un inesperado calor y paz. Aprendió que, a veces, basta un acto de compasión y un simple alto en el camino para recordarle a alguien que no está verdaderamente solo.
...