“Star Trek: The Next Generation” (TNG), que despegó en 1987, revolucionó la televisión de ciencia ficción con sus tramas inteligentes, dilemas éticos y tecnología futurista. Durante siete años, hasta su gran final en 1994, se consolidó como un hito televisivo. Sin embargo, incluso los seguidores más fieles a veces pasan por alto sus detalles ocultos y secretos de producción.

Uno de los aspectos más fascinantes fue la evolución del diseño del Enterprise-D. Originalmente concebida como una nave más aerodinámica, su versión final adoptó la icónica forma de platillo. Además, la disposición del puente cambió para reflejar un enfoque más diplomático y reflexivo, alejándose de las configuraciones militares tradicionales. Esto reforzó la esencia de la serie: la exploración del espacio desde una perspectiva intelectual.

Patrick Stewart, quien inicialmente pensó que la serie duraría solo una temporada, mantuvo sus pertenencias listas para una salida rápida. Sin embargo, su interpretación del capitán Picard se volvió legendaria, llevándolo a protagonizar películas y spin-offs. Su formación en teatro shakespeariano influyó enormemente en su actuación y en la elección de títulos y temáticas de varios episodios.

TNG también introdujo el holodeck, un recurso clave para recrear distintos escenarios y explorar dilemas filosóficos sin aumentar costos de producción. Gracias al uso de sets ya existentes, la serie pudo abordar temas como la inteligencia artificial y la identidad, adelantándose a su tiempo. Además, el desarrollo del idioma klingon aportó un nivel de profundidad cultural único.

La influencia de la serie sigue viva hoy en día, inspirando producciones como Battlestar Galactica y The Expanse. La visión de TNG sobre un futuro basado en la cooperación sigue siendo un faro de esperanza, y su legado, repleto de detalles ocultos, continúa cautivando tanto a nuevos espectadores como a los más veteranos. La serie marcó un antes y un después en la narrativa televisiva, combinando aventura con profundas reflexiones morales.