They rushed to rescue people from a stuck elevator, but found something else. The discovery sparked unprecedented controversy among those around.

 They rushed to rescue people from a stuck elevator, but found something else. The discovery sparked unprecedented controversy among those around.

Por la tarde, en un gran complejo residencial, de repente se apagaron las luces.
Las lámparas parpadearon, los ascensores se detuvieron, y desde algún piso alto se escucharon gritos. La gente corría por las escaleras, llamaba a los vecinos, alguien lloraba en la oscuridad. Minutos después llegó el equipo de rescate: informaron que había personas atrapadas en uno de los ascensores.

Linternas, herramientas, un fuerte olor a metal y goma. Los hombres con uniforme acordonaron rápidamente la entrada. Desde el fondo del hueco del ascensor se oían sonidos: alguien golpeaba, alguien parecía pedir ayuda. Una mujer en el primer piso gritó:
— ¡Hay niños allí! ¡Los escucho llorar!

Las puertas del ascensor estaban completamente trabadas. Un rescatista iluminaba con la linterna, otro insertaba una palanca en la rendija, y un tercero preparaba la cuerda de seguridad. El metal crujía, chisporroteaban chispas sobre el suelo.
Finalmente, las puertas cedieron y un aire húmedo y rancio salió del interior, como el de un sótano. Las voces se apagaron.

— ¡Hola! —gritó el jefe de los rescatistas—. ¡Venimos a ayudar!

No hubo respuesta. Solo un leve, casi imperceptible rasguño.
Abrieron un poco más la puerta: la luz de la linterna se deslizó por el suelo de la cabina, y todos se quedaron paralizados al mismo tiempo.

Dentro, en un rincón, acurrucados, no había personas…
Seis pequeños cachorros.
Sucios, cubiertos de polvo y telarañas, pero vivos. Sus ojos brillaban con la luz y sus cuerpos temblaban de frío.

La multitud detrás contuvo la respiración. La mujer que había escuchado el “llanto de niños” se tapó el rostro con las manos y lloró: no se había equivocado, solo que los “niños” eran otros.
Vivos, asustados, pero verdaderos bebés.

Los rescatistas sacaron cuidadosamente a los cachorros y los envolvieron en mantas. Se acurrucaron en las manos cálidas, como si entendieran que todo había terminado.
Pero quedaba una pregunta: ¿cómo habían llegado allí?

El ascensor estaba detenido entre pisos, las puertas cerradas desde adentro, y nadie en el edificio sabía nada. Todo parecía un misterio.

La respuesta llegó después.
Resultó que una mujer del piso superior tenía en secreto una perra que acababa de tener cachorros en el trastero. Asustada por las quejas de los vecinos, escondió a los cachorros en la cabina del ascensor “solo por un par de horas”. Pero la avería cortó la electricidad, y los pequeños quedaron atrapados en la oscuridad.

La historia se difundió rápidamente por el vecindario.
Algunos reprochaban a la mujer, otros celebraban que todo hubiera terminado felizmente. Pero todos coincidían en una cosa: cuando los rescatistas se apresuraban a sacar “personas del ascensor”, en realidad salvaron a toda una pequeña manada.

Desde entonces, por el patio corren los cachorros ya crecidos.
Los vecinos se ríen al verlos:
— Son nuestros guardianes. Los perros del ascensor. Aquellos que sobrevivieron a la oscuridad y llegaron a la luz.

Related post