Un Hombre Negro Cede Su Asiento a una Mujer Embarazada, Pero una Anciana Lo Toma en Su Lugar: ¡Su Respuesta Hace Reír a Todo el Autobús!

 Un Hombre Negro Cede Su Asiento a una Mujer Embarazada, Pero una Anciana Lo Toma en Su Lugar: ¡Su Respuesta Hace Reír a Todo el Autobús!

Esta historia demuestra una vez más que hay muchas personas amables en el mundo y que los individuos groseros necesitan ser puestos en su lugar. Y si puedes hacerlo con un sentido del humor, tus acciones se convertirán en un brillante ejemplo para los demás. Existen esos tipos de abuelas que se meten en cualquier hueco, persiguen un autobús e incluso pisan a otros solo para conseguir un asiento en el transporte público. Constantemente se quejan de su salud, pero pueden correr más rápido que un velocista. Las largas colas en las clínicas están llenas de ellas, ya que frecuentan estos lugares como si fuera un trabajo, molestando a los doctores con sus dolencias inexistentes. Se apiñan en el transporte público a primera hora de la mañana, dando codazos a los demás y quejándose en voz alta. Aunque la edad debe ser respetada, la grosería no puede ser ignorada.

Belgrado. Autobús número 16, hora pico. Todos se apresuran a casa después del trabajo, y el autobús está abarrotado. Uno de los pasajeros cómodamente sentado es un hombre afroamericano. En una parada, suben al autobús una mujer embarazada con bolsas pesadas y una anciana. El hombre se levanta inmediatamente y ofrece su asiento a la mujer. En ese momento, la anciana empuja a la mujer embarazada a un lado y rápidamente ocupa el asiento. ¡Ella parece como si hubiera ganado la lotería! La mujer embarazada suspira y cambia las bolsas pesadas a la otra mano.

El hombre, algo sorprendido, decide dirigirse a la anciana sobre su error: “Disculpe, pero le ofrecí este asiento a ella porque está embarazada y parece cansada. No creo que le pase nada malo si se mantiene de pie durante unas paradas.”

El hombre está claramente ofendido por este comentario, particularmente por la grosera referencia a su origen racial, pero se mantiene extremadamente cortés en su respuesta: “No sé de qué tribu es usted, señora, pero en la mía, ¡nos comemos a las abuelas como usted para cenar!” La reacción en el autobús fue indescriptible… La anciana se puso roja como un tomate, pero permaneció en silencio. En la siguiente parada, salió del autobús a toda prisa.

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